Retrovisiones de familia y Morgan
Lectores RETROVISIONES - 10/09/2010Cuando el año pasado visité Autoclásica, un amigo en común me presentó a Cristián Bertschi. Durante la conversación que siguió me fui enterando del nacimiento de RETROVISIONES. El nombre del blog inmediatamente caló hondo. De alguna manera mi peregrinaje hasta San Isidro tenía mucho que ver con unas “retrovisiones” propias e íntimas, que se asociaban al Centenario de Morgan que allí se celebraba. Veamos si puedo explicar el cómo y el porqué…
Cuando mi viejo volvió de servir en la Segunda Guerra Mundial, su primera motorización consistió en una motocicleta Douglas 350. Al estilo de las BMW, tenía motor bóxer y transmisión cardánica.
Al poco tiempo, estaba yo por hacer mi debut en este mundo y mi madre le hizo saber -en términos por demás claros- que no consideraba a la moto como medio de transporte adecuado para una señora y su flamante bebé. Ni aún equipándola con sidecar, que fue lo que intentó mi padre en primera instancia. Sobrevino la clásica investigación de mercado y todo indicaba que la balanza se inclinaba hacia la adquisición de un Ford Fordoor V-8 del ’40, cuando la taba se dio vuelta de manera inesperada.
Vivíamos en un sexto piso sobre la calle Canning -hoy Scalabrini Ortiz- en Palermo, Buenos Aires, y según el folklore familiar, mi padre llegó una tarde anunciando con una anchísima sonrisa que había adquirido el automóvil que salvaría su matrimonio y garantizaría la integridad física de la familia. Mi madre se asomó al balcón para lograr un primer vistazo al esperado catafalco negro, pero no lo pudo hallar. En su lugar se veía un pequeño autito de color azul brillante -casi un “azul Francia”- con una capota negra. Un Morgan 4+4 Drophead Coupé -el de puertas “completas”- se había unido a nuestra familia, junto a la cual conviviría durante casi una década.
Aquellos anales familiares también indican que el recién llegado no fue muy bien recibido. ¡Claro!… a pesar de sus cuatro ruedas, genética y conceptualmente estaba más cerca de la Douglas con sidecar que del Ford V-8. Sin embargo, con el tiempo supo ganarse el corazón de todos los que subían y daban una vuelta con la capota baja y los pelos revueltos por el viento, incluyendo a mi madre, que acabó aprendiendo a manejar en él.
……………………………………………………………………………………………..
Guardo muchos recuerdos entrañables de aquel Morgan. A veces me pregunto si sus reducidas dimensiones no habrán tenido la culpa de que acabase siendo hijo único. Era estrictamente un biplaza pero el respaldo del asiento, enterizo, me permitía cabalgar sobre el túnel de transmisión entre los cojines, sentado sobre un almohadón confeccionado “ad hoc”. En ocasiones se me ubicaba en el foso para equipaje, detrás de los asientos, donde podía viajar sentado sobre mi almohadón, en sentido transversal. Sin embargo creo que pasaba más tiempo arrodillado, mirando hacia el frente, disfrutando del manejo de mi padre y viendo como entraba el mundo por el parabrisas. El piso de ese “baúl” estaba forrado con una alfombra de goma finamente acanalada y recuerdo que mis rodillas parecían tener siempre grabadas esas rayitas.
Cuando crecí un poco más, y siempre y cuando mi madre no anduviera con nosotros, aprovechando que el tránsito porteño allá por mediados de los cincuenta era fluido y despejado, era común que yo viajara sobre la falda de mi padre por la Avda. del Libertador empuñando el volante. Al principio acompañando sus movimientos y eventualmente “manejando” yo mismo. Con el tiempo y con mis “habilidades” ya más pulidas, el viejo me “cantaba” la marcha que deseaba y me permitía pasar los cambios. Éramos una especie de chofer bicéfalo, practicando un complicado sincronismo de manos y pies.
Como ya dije, el Morgan también fue el “auto escuela” de mi madre y una de sus anécdotas al volante solía festejarse reiteradamente en reuniones familiares. Tengamos presente que a comienzos de los cincuenta no eran tantas las mujeres que conducían, y menos aún sobre pequeños descapotables. Lo cierto es que un domingo soleado salió a pasear de capota baja con una prima venida del campo. Al llegar a las proximidades de la cancha de River se encontraron con que recién terminaba un clásico y que del “Monumental” salían decenas de miles de hinchas que cubrían por completo la Avda. Figueroa Alcorta -aún no se habían inventado los operativos policiales-. Las hinchadas de aquella época eran considerablemente más mansas que las actuales -las “barras bravas” son fruto del progreso posterior- pero la conjunción de tal auto y dos mujeres jóvenes y atractivas -según cuentan, aunque me toquen las generales de la ley- resultó un estímulo irresistible y en cuestión de segundos se encontraron rodeadas por la marea humana que comenzó piropeando, siguió formulando propuestas indecentes y acabó hamacando al auto y levantándolo en vilo. Como último recurso mi madre colocó la primera y aceleró. Cuando las ruedas tocaron el suelo por un instante el Morgan salió disparado, abriendo una brecha en la turba y pisando decenas de pies que no hicieron a tiempo para despejarse de su camino. Según contaban, los insultos aún pudieron escucharse a varias cuadras de distancia.
…………………………………………………………………………………………….
Se me ocurre que no debe haber sido cosa sencilla conseguir repuestos para el motorcito “Standard” que lo impulsaba. Me llegan imágenes de mi viejo sobre el balcón de aquel departamento, cortando y uniendo viejos cinturones de cuero para confeccionar correas de ventilador. O fabricando juntas, cortadas pacientemente tras el infinito golpeteo de un martillo bolita sobre el papel y las piezas a hermanar. Los trabajos más complejos se los encargaba a un italiano -el “ingenieri” Cioffi (¿Ciofi?), si mal no recuerdo- que tenía un taller a la vuelta del cuartel de Granaderos donde, para gran alegría mía, solía haber algún auto rojo de carrera “de verdad” y sobre el cual podía sentarme, haciendo “brrrmmm brrrmmm” durante el rato que durara nuestra visita. En un momento dado el Morgan precisó de una reparación importante y recuerdo que, ante la ausencia de aros de pistón originales, el “ingenieri” acabó adaptando “a lima” otros, que creo correspondían a algún Fiat.
Una pieza original que nunca se pudo reemplazar fue la tapa del radiador, que fue presa de algún amigo de lo ajeno. Desde entonces hubo de llevar la tapa del tanque de alguna moto inglesa de dos tiempos, que tenía el mismo paso de rosca con las proporciones de mezcla nafta/aceite grabadas.
Otro trabajo, tedioso pero divertido a la vez, era el registro de los frenos mecánicos. Con mi padre nos íbamos a una callecita recta y desierta que corría paralela a los fondos de Obras Sanitarias, en Palermo (hoy un carril más de la Avda. Lugones), que fungía como pista de pruebas. La parte tediosa era la espera, mientras se metía debajo del auto y operaba los ajustes en cables y varillajes, misteriosos para mí. La parte divertida eran las posteriores picadas y frenadas de prueba. Cuando consideraba que todo estaba en regla y que ya frenaba derechito, cruzábamos Figueroa Alcorta y nos íbamos a dar alguna vuelta “a fondo” alrededor del Circuito del Golf (aquel donde hizo historia Oscar Gálvez, bajo la lluvia), ¡“recortando la gramilla” en cada curva!
Y si hablamos de las curiosidades que acarreaban las reparaciones y mantenimiento, recuerdo como si fuera hoy la cara de sorpresa del gomero al que le tocó en suerte emparchar una de las vejigas inflables de goma que constituían el cojín del asiento y, a la vez, la manera de regular la altura y firmeza de éste al gusto del conductor mediante el sencillo recurso de aumentar o disminuir la presión de aire.
…………………………………………………………………………………………….
Sobre el listón de madera que coronaba el tablero de lado a lado había un compás en baño de aceite. No sé si lo instaló mi padre -que también supo ser medio marinero- o si ya estaba en el auto cuando lo compró de segunda mano, aunque casi nuevo. Lo cierto es que demostró tener su utilidad. Solíamos ir de vacaciones al campo de un pariente, cercano a la costa, entre Miramar y Quequén. Coincidirán en que el “Moggie” no era un todo terreno ni se adaptaba a las exigencias camperas. Para colmo, acceder a la playa implicaba cruzar un campo semi-abandonado, infestado de altísimos cardales y sin huellas que seguir. Tan altas eran las plantas y tan bajo el auto que ni siquiera un “navegante” parado sobre el asiento del acompañante podía avizorar la tranquera del otro lado de los potreros. Entonces, con rumbos anotados previamente desde algún otero que ofreciera mayor campo visual, aprovechábamos el compás para navegar por estima y cruzar aquel mar de cardos.
…………………………………………………………………………………………….
Corría el año ’58 cuando el Morgan sucumbió a las necesidades financieras familiares. Con lo devengado por su venta pudimos cambiar de casa, aunque anduvimos tristes y “a pata” por algún tiempo. Por esas cosas de la vida el Morgan se nos perdió de vista. Ni siquiera quedó en la familia alguna foto “de chapa entera” que testimoniara su paso por nuestras vidas. Pero el recuerdo… ¡Ah, el recuerdo quedó para siempre, nítido, imborrable!
Hace unos años, gracias a los fenómenos de comunicación que trae aparejada la “red de redes”, volví a reencontrarme de manera epistolar con un viejo amigo, vecino y compañero del colegio con quien había perdido todo contacto hace alrededor de tres décadas. A través del “cyber-cotilleo” pude enterarme, entre otras cosas, que acababa de culminar la restauración de un Morgan y ambos nos preguntábamos si sería el mismo que alguna vez fue parte de mi familia. Un breve intercambio de características nos llevó a desechar la posibilidad. Sin embardo, conocedor de los hermanos supervivientes que seguían rodando por nuestras pampas, inmediatamente pudo informarme acerca de dónde estaba “nuestro” Morgan.
Vivía en las inmediaciones de La Plata. Comencé a cartearme con el actual dueño, luego lo conocí en persona y entablamos una amistad esporádica –como espaciados y esporádicos son mis viajes a Buenos Aires- hasta que el año pasado me comentó que lo llevaría a exponer en Autoclásica con motivo del centenario de la marca.
Créanme que cuando lo vi rodó alguna lágrima y durante los días subsiguientes –mientras duró la muestra- me pegué un empacho de “retrovisiones”.
Tomás Lawrie
Fecha: 10/09/2010
Otras notas que pueden interesarle
Estás rodeado, Kübelwagen…
Hace dos años escuchamos por primera vez algo sobre la réplica brasilera del Kübelwagen. Alexandre Penatti, un ingeniero de Itu, en el interior de San Pablo, estaba reproduciendo en su taller el jeep militar con mecánica Volkswagen que fue usado por las tropas alemanas en la Segunda Guerra Mundial.
Jason Vogel18/10/2010 3 Comentarios
What a player!!!
Conocedor de la buena vida y de como aderezar su paso por este mundo con los mejores condimentos, el buen William después de haberse casado y cumplido con el protocolo, se dio un gustazo de esos que quedan en la memoria: Sacó a pasear a su chica en un inmaculado Aston Martin DB6 Volante por las calles de […]
Hernán Charalambopoulos30/04/2011 24 Comentarios
76 días, 76 clásicos
Jeep IKA corto, General Pirán, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Diego Speratti06/09/2010 5 Comentarios
Clásico del futuro
( Nota publicada en Gentleman Drive) No pasa todos los días esto de tener un objeto de este tipo entre manos, y mucho menos en el entorno que ofrecen los lugares más emblemáticos de la Costa Azul. Cuando Oriol Vilanova, editor de la revista Gentleman Drive, me propuso ir a probar juntos “el más barato […]
Hernán Charalambopoulos02/05/2012 9 Comentarios
Se viene el libro de Porsche en Argentina
Como alguno de los lectores del blog sabrán, y a otros damos la novedad, con Cris Bertschi estamos terminando la investigación de nuestro próximo libro: Porsche Argentina. En él, habremos de relatar las peripecias de la marca en nuestro país que datan desde antes que Porsche existiera como fabrica de automóviles, cosa realmente increíble. De […]
Lao Iacona20/08/2010 13 Comentarios
Un Fórmula Uno “manga” (de incapaces)
En los años ’70, Japón estaba completamente afuera de conocer lo que era la tecnología necesaria para hacer un F1; los tiempos del Honda (mitad de los ‘60’s) se habían quedado irremediablemente atrás, hasta que en el ’73 un grupo de jóvenes y entusiastas japoneses decidió que eso no podía quedar de esa manera para siempre. Empezaron a […]
Qui-Milano03/07/2014 13 Comentarios
809 días, 809 clásicos
Ford F3 pick up 1951, calle Roberto Hughes, Fray Bentos, Río Negro, Uruguay.
Diego Speratti29/08/2013 8 Comentarios
Cartel de miércoles #101
Le hemos dedicado espacio al Teatro Verga (click aquí), y a los refinados vinos de Verga (click aquí), pero estábamos en deuda con la más famosa de todas las Verga, la empresa de mudanzas fundada allá por 1895 por los hermanos Juan Bautista y Ángel. Cuatro generaciones de Verga después, la empresa no para de […]
Diego Speratti22/04/2015 19 Comentarios
Do it yourself: Studebaker Avanti
Versión rusa del Avanti de Raymond Loewy fotografiado en Moscú en 1973 por el mismo designer, padre del Streamline.
Cristián Bertschi05/04/2012 8 Comentarios
Amigo de la casa
Muy buena onda, siempre abierto a una charla y una copa de vino en su casa de Barcelona, Juan Carlos Ferrigno, pincel criollo de calidad y cantidad, presentaba su obra en el último salón de clásicos de la ciudad condal que se llevó a cabo a principios de diciembre. Un par de imágenes de su […]
Hernán Charalambopoulos31/12/2012 6 Comentarios
Picadita pekinesa
Para apaciguar el stress después de una intensa jornada en la frenética Pekín, nada mejor que meterse en un mercado callejero, y clavarse unos ricos escorpiones con una Tsing Tao bien helada. La verdad es que siempre me hice el valiente a la hora de comer, pero ante la bandeja con Tarántulas, cucarachas, lagartijas y […]
Hernán Charalambopoulos06/10/2010 7 Comentarios
El número uno
El número uno indiscutido fuera de las pistas en plena acción. Las leyendas contadas por las paredes del Hilton de Tokyo, lugar donde entre otros personajes aterrizaba todo el staff de azafatas de British Airways, hablan de “reuniones “ que involucraron a gran parte de estas mozas aéreas en la habitación del buen James Hunt. […]
Hernán Charalambopoulos13/02/2012 24 Comentarios
541 días, 541 clásicos
Morris Oxford III 1958, Las Piedras, Canelones, Uruguay.
Diego Speratti20/03/2012 6 Comentarios
La chanson de Saint-Jovite
Días atrás, volviendo de cenar cerca del circuito de Saint-Jovite, paramos a comprar agua en botellas en el único lugar que quedaba abierto por esos lares a esas horas. Era el bar de un hotel tipo «Llao-Llao», fuera de temporada. Allí dentro, había un viejo «chansonnier» con guitarra acústica y flauta, con un repertorio mezcla […]
Lectores RETROVISIONES04/09/2014 4 Comentarios
Mariana
que historia tan linda! toda una vida on el Morgan, y después de un tiempo, el tan ansiado reencuentro, con su compañero «de ruta» el auto.. hermosura
emiliosobremonte
Que nota… Estas son las cosas por las que más voy a extrañar RV… Sepan que los necesitamos!
Bartolomeo Costantini
Notón!!!!!!
Alberto Domingo Saab
Muy buena historia, nos parecen comunes porque las nuestras son todas parecidas, pero solo nos suceden a quienes vemos a los autos como seres vivientes.
Eirwal
¡Ojo Alberto Domingo Saab! Desde la Admin ya han retado a quienes sugirieron que algunos autos eran «obras de arte». Ahora me parece que te estás metiendo en aguas procelosas cuando calificas a los autos como «seres vivientes». ¿Se vendrá el rezongo de los racionalistas?
Mariana
Se entiende a q se refiere cdo dice «seres vivientes».
estas»naves» de 4 ruedas son parte de uno, de su vida, su historia,crecen con uno, es uno más de la familia!
es amor! y si hay amor, entonces hay «vida».. sino porque lloramos cuando llega la hora de despedirnos de algún auto q tanto tiempo comapartió con uno? (ya sea porq es hora del cambio, o por obligación a venderlo…)para mí, el auto y los perritos q tengo son mis hnos, parte de mi flia..
Don Richard
Muy buena historia y muy bien contada. Me alegro por el reencuentro.
souvlaki73
Lindisimo.
charly walmsley
Eirwal, excelente lo suyo, nos vemos en Autoclasica.
Santino
Grande Tomás! Excelente nota.
Coco Spina
Tomas, muy emotiva tu carta,sin lugar a dudas todos somos mas o menos iguales : dormimos, comemos, etc, etc,. Lo que si nos diferencia y nos da identidad son las pasiones. Casi unicas. Me gustan los autos desde su disenio ( no tengo enies !!) , su origen y otros etc etc…
Tengo amigos que cambian de lugar una pelotita por arriba de una red y lo llaman tenis…otros caminan y caminan para meter con un palito una pelotita en un agujerito y lo llaman golf !!!Es mas, tengo muchos que van a jorobarle la vida a un pobre bicho que vive bajo el agua a cientos de Km., vuelven con olor a mujer, y estuvieron solos !!! Ellos lo llaman pesca…Otros coleccionan…. VIVAN LAS PASIONES… ESTAMOS SANOS, SALVADOS Y VIVOS !!!!
Willie Ferrari
Que buena historia señor Lawrie, la disfruté mucho. A veces con el apuro vemos estas increíbles piezas mecánicas y casi nunca tenemos la oportunidad de conocer su historia, el anecdotario de cada vehículo con su dueño. Por eso fue un gran gusto conocer la suya y su auto. Me siento terriblemente tentado a preguntarle por su padre y los servicios que prestó en la WWII pero creo que es una impertinencia…o no? Gracias.