Así comenzó todo
Hernán Charalambopoulos - 02/03/2010A más de setenta y cinco años de su lanzamiento, el BMW 315 representa la imagen de deportividad que marcó los primeros pasos de la marca bávara en las competiciones, y el despertar de una historia entrelazada con el deporte motor y las altas prestaciones.
Despegando los años treinta, algunas cabezas inquietas que poblaban la sala de los botones, comenzaron a presionar para fabricar un automóvil deportivo en el que se plasmaran las capacidades y adelantos tecnológicos que la Bayerische Motoren Werke había logrado, poniéndolos a disposición del público en formato de auto abierto de dos plazas, aunque de precio contenido, siguiendo la política de la casa en aquellos años.
BMW producía un motor de seis cilindros y solamente 1.2 litros, montado en el modelo 303 (que no eran las lapiceras con cartucho berreta que nos manchaban los cuadernos Rivadavia….). Este propulsor fue la plataforma inicial para el desarrollo de su derivado de 1.5 litros que, amamantado por dos sanos y generosos carburadores, puso a girar las angostas ruedas del nuevo 315, haciéndolo consumir solamente diez litros de combustible cada cien kilómetros pisados.
Con esta base mecánica, más otros condimentos de la casa, el nuevo automóvil fue presentado con gran fanfarria en el Salón de Berlín de 1934, anunciándose como el primer roadster producido y proyectado completamente por BMW. Hablar del 315, y luego de todos sus derivados, es decir el 315/1, el 319, y el maravilloso 328, invita a sumergirse en un viaje de placer para los sentidos, en el que la vista, tacto, y sobre todo el oído, abren el camino hacia un lugar distinto, un mundo en el cual podemos atragantarnos sin culpas, aspirando tibias bocanadas de dióxido de carbono servido en raciones como las de antes. Volver a la conciencia luego de atravesar por ese estado de hipnosis mecánica en el que el tiempo parece detenerse, dejan un sabor inconfundible para las papilas de quien disfruta de las notables sensaciones que entrega un deportivo de preguerra.
Cuarenta animosos percherones bávaros aventaban al bólido hasta alcanzar los 120 km/h, cifra de lo más respetable para la época, y que muy pronto le trajo sus primeros laureles en el Rally Internacional de los Alpes de 1934. A raíz de esto, muchos clientes se lanzaron a comprar el auto, que además de ser rápido lucía un vestido de lo más coqueto para esos años.
Trompa muy lanzada con el radiador fuertemente inclinado, que sugería una sensación de velocidad confirmada en los laterales tratados con el mayor de los respetos hacia Eolo, a quien intentaron calmar por ejemplo, lanzando la línea de los guardabarros delanteros lo máximo posible, y carenando las ruedas traseras para que no hubiera quejas de ningún tipo, permitiendo que la agraciada figura del 315 pudiera deslizarse rauda entre los rivales, en busca del tablero de ajedrez hecho bandera.
Habiendo hecho los deberes con el viento, casi sin quererlo, le hicieron un guiño a la naciente euforia de esos bellos años que exigía belleza, armonía y hasta una cierta dosis de lujuria a la hora de empilchar esta gélida ferretería teutona que con mucho gusto les presentamos desde RETROVISIONES.
Como sabemos que hay un descendiente del 315 dando vueltas por las pampas, gustosos nos ofrecemos a sacarlo a pasear algún día, no sea más que para mantenerlo en forma, y evitar que pierda su envidiable estado atlético.
Fotos: BMW AG Presse
Fecha: 02/03/2010
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Bartolomeo Costantini
No solo hay un descendiente (como estan los muchachos para el mangaso!!!)
Hay un 315!!!!! Esta finalizando un largo proceso de restauración, yo creo que para fin de este año lo van a apoder manguear.
javier
Un auto impecable!!!
cinturonga
El auto es muy lindo!!, hay que reconocer que es tipico auto de señorita, lo que hace que sume mas aun.
Felicito a quien posea uno!
Estimado Charam excelente prosa la suya. Lo unico que no pude encontrar es la foto de la teutona. Si la sube estare por demas agradecido.
Duetto
Su prosa no deja de sorprenderme, me mató con eso de «…la agraciada figura del 315 pudiera deslizarse rauda entre los rivales, en busca del tablero de ajedrez hecho bandera». Confieso que no me gustan los guardabarros traseros y la figura del remate posterior. Tal vez será por la «..cierta dosis de lujuria».